Nos dijeron que rectificaban. Que la carpa de Carnaval no iría al Muelle Marques de Comillas, pensamos, un atisbo de sensatez y un respiro temporal. Sin embargo, la tregua, como era de esperarse, fue pasajera. En este verano de 2025, no solo mantienen los conciertos, sino que ya están preparando el terreno para la Copa Sail. De nuevo, la prioridad no es la operativa diaria, la seguridad ni el trabajo; es el evento efímero, el escaparate y, claro está, la foto que tanto les gusta.
La justificación que presentan es un insulto a la inteligencia, pero se repite sin pudor: "500 empleos directos". ¿Empleos directos? ¿Contratos de tres días solo para montar y desmontar escenarios? Eso es precariedad disfrazada de oportunidad, una cifra diseñada para desmerecer la voz de quienes, lamentablemente, les resultan “molestos”. De "directo" tiene tanto como un telediario: treinta minutos de superficialidad antes de pasar a otra cosa. Es una estrategia burda para acallar a quienes exigimos seguridad, estabilidad y respeto.
Y sí, después nos tachan de protestar, de no ser humildes, de creernos que el muelle es nuestro. Permítanme aclarar esta "falta de humildad": el muelle no es "nuestro" en propiedad, es, simple y llanamente, nuestro lugar de trabajo. Y como tal, exigimos que sea seguro, funcional y que se respete su naturaleza. Cuando un médico exige material estéril para operar, ¿se le tacha de soberbio por creer que el hospital es suyo? Cuando un bombero pide un camión en buen estado, ¿se le acusa de falta de humildad por querer la mejor herramienta para su labor? La respuesta, de nuevo, es obvia. No se trata de posesión, sino de la responsabilidad fundamental de garantizar las condiciones necesarias para desempeñar una labor que afecta directamente a la economía de la ciudad. Nuestra seguridad y la eficiencia de un puerto dependen, de forma crítica, de que el muelle esté en condiciones.
Lo que ocurre en Cádiz no sucede en ningún puerto serio del mundo. Cualquier ciudad desearía tener una vía abierta al transporte internacional, una arteria económica vital. Aquí, sin embargo, se la convierte en un escenario de conciertos por pura falta de imaginación y, lo que es peor, por un cálculo que prioriza la imagen sobre la funcionalidad. No se atreven a llevar estos eventos al Muelle Ciudad porque, con la cercanía de ciertos momentos electorales, quieren que esa zona esté "integrada" en la postal turística. Una integración vacía, de cara a la galería, mientras que la verdadera integración, la que permite que la ciudad viva de su puerto, se desprecia.
Nos hablan de "integración" como si fuera la Piedad de Miguel Ángel: una obra maestra que alimenta el alma. Sí, pero el alma no paga las facturas. El puerto es para los barcos, las vías son para los trenes, los aeropuertos son para los aviones… y las casas, aunque ya no lo parezca, deberían servir para vivir y no para especular. La seguridad y el normal desarrollo de la operativa portuaria son innegociables.
Hay una única excepción, un solo acto que, para nosotros, merece la pena detener la operativa del muelle, y es la llegada de nuestro buque insignia, el Juan Sebastián de Elcano. ¿Por qué? Porque es una escuela. Y para los estibadores, la formación es prioritaria. La instrucción, el aprendizaje y el respeto por las tradiciones marítimas justifican una pausa en nuestra labor diaria. Pero una copa de vela o un concierto para la galería, no. Ningún puerto serio le dice a un barco que no puede operar porque hay un campeonato de vela. Pero aquí sí. Si están tan descontentos con que el puerto genere tanto trabajo y lo vean como un estorbo, entonces tienen un problema: evidentemente, no asistieron a la primera clase de Gestión de Puertos Comerciales. Seguramente estaban con los cascos y el walkman escuchando a Radio Futura y su "Soy metálico en el jardín botánico", que es justo lo que quieren convertir el muelle: en un jardín. Pero eso, claro, ya sería del máster en jardinería, que se impartía en el aula de al lado.
La negligencia consciente tiene un límite. Y si algún día alguien cae, si un tobillo se quiebra, si una grúa se hunde en el firme agrietado que nadie arregló porque "no salía en la foto", no vengan con la cara de “no sabíamos nada”. Lo sabían. Se les advirtió. Se les informó.
Lo que sí tenemos claro es que, si un solo trabajador sufre las consecuencias de este ninguneo, el barco esperará. Que el empresario y el naviero se peleen. Nosotros trabajaremos, pero si trasladar un remolque supone un riesgo intolerable, pediremos a la autoridad que nos escolte con sus luces y sus sirenas, con música de verbenas. Digan lo que digan, que bonito es un concierto con sus farolitos blancos y con sus farolitos negros. Lamentablemente, para este tipo de conciertos en espacios de trabajo, no tenemos "el curso de teloneros".
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