¿La última oportunidad? ¿La última oportunidad para qué?


Cuando se habla de la “integración” del puerto con la ciudad de Cádiz, uno no puede evitar pensar que, tras más de tres mil años de convivencia, aún hay quien cree que el puerto y la ciudad son dos entes ajenos, dos cuerpos distantes que jamás supieron mirarse a los ojos. ¡Qué falta de respeto hacia la historia! Cádiz y su puerto no necesitan ser “integrados” como quien mete la mano en un saco y mezcla lo bueno con lo malo, no. Lo que necesitan es ser entendidos y reforzados, no quebrados por las ilusiones de quienes se empeñan en hacer de lo que ya existe un trozo de cartón pintado. La relación no es una quimera, sino una certeza; no es una promesa vana, sino un vínculo de hierro, que, en lugar de limarse, debe forjarse con más fuerza.


¡Ay, Cádiz! Ciudad de mil luces y sombra de mil mitos, donde se nos vende la ilusión de que nuestro puerto, ese pilar de nuestra economía, debe ceder ante la modernidad, como quien entrega el alma al diablo por unos miserables privilegios. El puerto de Cádiz, lejos de ser una carga, es la joya de nuestra economía, un motor que alimenta con su sudor y su ruido a miles de familias: estibadores, transportistas, trabajadores logísticos, empresas auxiliares… Todos se levantan al compás de los barcos que llegan y parten, cargados de mercancías y oportunidades. Pero no; lo que se nos quiere vender es otra cosa: una ciudad limpia de contenedores y cargada de promesas vacías. Nos dicen que todo esto será parte de un plan sublime de “integración” del puerto con la ciudad. ¡Qué sarcasmo! En nombre de esa mal entendida “integración”, se oculta la intención de desmantelar lo que da vida a Cádiz, de reducir lo que funciona a decorados sin alma. La ciudad no necesita integrarse con el puerto como quien trata de disfrazar la verdad con una capa de pintura nueva; necesita fortalecer lo que tiene, robustecer el vínculo histórico, no arrancarlo de cuajo para hacerlo pedazos.

Nos quieren vender la ciudad como si fuera una ganga, una oferta de rebajas de esas que se lanzan al final de temporada, como si el puerto estuviera en liquidación y Cádiz no fuera más que una mercancía barata. ¡Qué ironía tan dolorosa! Aquellos que se aferran a esta idea de “última oportunidad” no hacen más que repetir un eslogan vacío, como si las rebajas del puerto fueran a salvarnos de la pobreza y la desdicha. ¡No somos unos tontos, señores! Cádiz no está en rebajas. No necesitamos “últimas oportunidades” ni ventas de saldo, necesitamos un futuro en el que el puerto siga siendo el eje de nuestra prosperidad, y no un objeto de deseo para unos pocos.


¿La última oportunidad para qué? ¿Acaso estamos en rebajas, donde el puerto se liquida como una mercancía fuera de temporada? ¡No, no somos tontos! No estamos ante un “chollo”, ni ante una liquidación final donde todo lo bueno se ofrece a precio de saldo. No hay rebajas en el progreso de una ciudad que siempre ha sido puerto, que siempre ha sido comercio, que siempre ha sido trabajo. Nos venden la “última oportunidad” como quien intenta sacar provecho de una liquidación de una mercancía que no sirve más que para adornar vitrinas, mientras nos esconden lo que realmente necesitamos: trabajo, empleo, una economía pujante. Lo que tenemos, lo que funciona, no se debe cambiar por la fachada de promesas vacías que nunca llenan el estómago.

Y mientras se habla de la “integración”, ¿dónde están las explanadas que, con tanto entusiasmo, se muestran como el futuro del Cádiz de los próximos años? La explanada de Navalipis, la explanada del Portillo, la explanada de Aeronáutica, la explanada del Hiper Cádiz, la explanada de Tabacalera... Toda una serie de grandes espacios que, según algunos, iban a transformar la ciudad, a revolucionar la vida gaditana. Sin embargo, hoy son solo grandes extensiones vacías que no han generado más que promesas incumplidas. ¿Por qué se nos habla de una nueva explanada en el puerto si las que ya existen no han generado nada? ¿Acaso es que la solución está en seguir creando más espacio vacío, más terreno baldío, más paisaje para el olvido?

Y mientras tanto, el trabajo real, el que da de comer a las familias gaditanas, sigue siendo invisibilizado. ¿Por qué no se habla del trabajo que se generó en 2024 en el puerto? ¿Por qué se omiten las miles de horas de empleo que han sido posibles gracias al puerto? Trabajadores que levantan a Cádiz cada mañana, que alimentan a sus hijos con el sudor de su frente, que hacen de cada contenedor una pieza clave en la maquinaria económica de la ciudad. Ese trabajo que no aparece en las fotos promocionales, ese trabajo que no sale en las charlas sobre “nuevas oportunidades” ni en los titulares sobre “integración”.

La nueva terminal, esa que se nos presenta como la gran esperanza para el futuro, aún no ha conseguido arrancar. Pero, y aquí está el punto, eso no significa que la actual terminal deje de ser funcional. ¿Por qué no podemos tener dos terminales?  ¿Por qué no podemos tener un puerto que sea competitivo ? ¿Por qué no podemos, como antaño, volver a ser una pieza clave en el rompecabezas logístico global? ¡Claro que podemos! Lo que pasa es que no queremos. Preferimos ser la atracción de feria, una especie de escaparate vacío, en lugar de ser lo que siempre hemos sido: un puerto pujante, lleno de vida, lleno de trabajo.

Pero hay quienes siguen empeñados en darnos la receta del éxito mientras destruyen lo que nos da de comer, lo que genera miles de empleos. No vamos a tragarnos el cuento de que reducir la actividad portuaria, limitar nuestra capacidad, es un avance. Eso no es progreso, es un suicidio económico, y el futuro de Cádiz no pasa por hacer más pequeños nuestros pulmones económicos. Nos quieren convencer de que liberar espacio es ganar futuro, cuando en realidad solo estamos renunciando a nuestra capacidad de competir, a nuestra capacidad de prosperar. Nos dicen que el puerto será más limpio, más bonito, pero ¿qué nos importa la belleza si estamos empobrecidos?

¿De qué sirven los paseos y las explanadas si no dan de comer? ¿De qué sirve tener una ciudad “integrada” si la gente no tiene trabajo? Este camino, la transformación del puerto en un parque temático del siglo XXI, no es más que un espejismo que va a dejar a Cádiz sin su principal fuente de riqueza. ¿No se dan cuenta? Este juego de “modernización” sin sentido solo traerá ruina. Podríamos tener un puerto que compitiera a nivel global, con más terminales, más capacidad, más opciones. Preferimos ser un bonito escaparate que no da de comer. Y esa es la mayor farsa que nos están vendiendo.

Nos hablan de la “última oportunidad” como si fuera una rebaja de esas que, al final, solo traen desilusiones. Pero el puerto no está en rebajas, ni está en liquidación. El puerto es nuestra riqueza, y lo que necesitamos es un futuro en el que siga creciendo, en el que no se sacrifique capacidad para conseguir promesas vacías. Cádiz no se construye con castillos en el aire ni con espacios vacíos. Cádiz se construye con trabajo, con actividad, con el pulso de un puerto que sigue siendo el corazón de la ciudad.

Y mientras tanto, en otros puertos del mundo, como en Valencia, Bilbao o Barcelona, han sabido “integrar” el puerto con la ciudad sin renunciar a su capacidad. Ellos han entendido que un puerto fuerte no es una amenaza para la ciudad, sino su mayor aliado. Lo que se nos vende aquí es una quimera: hacer del puerto una sombra de lo que es, para sustituirlo por algo vacío, sin vida. ¿Es ese el futuro que queremos? No, el puerto de Cádiz no es un estorbo, no es un problema a resolver, sino una joya que debemos cuidar, ampliar y fortalecer. Porque lo que está claro es que sin puerto, sin actividad portuaria, Cádiz no será más que un decorado vacío, sin alma, sin futuro. El puerto de Cádiz es la solución.

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